17 julio 2014

Olvidar que has olvidado



Si hay algo que distingue a un ser humano del resto de seres es su desarrollada capacidad cognitiva. El hombre es una unidad psicosomática, un compuesto de cuerpo y mente. Lo físico envejece y la mente, el pensamiento, también lo hace a su manera.


La teoría platónica de la reminiscencia establecía que conocer es recordar, pero el paso del tiempo, a menudo, te conduce al olvido. “Quizá uno comienza a envejecer en el momento en que empieza a dolerle la memoria”, decía Rosa Montero.



El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa. Todos los que lo hemos vivido de cerca, en familiares, sabemos lo que es. Se convierten en extraños para sí mismos y, un día, observas el vacío en su mirada, o quizá sea el traslado a un recuerdo de antaño. Lo que ocurrió en el pasado vuelve a ser vivido como si fuera su presente, alejándoles de la realidad devastadora que les autodestruye: se olvidan de que han olvidado. Quizá no sepan quiénes son, salvo en momentos vagos de lucidez; quizá no sepan quiénes son, pero nosotros siempre sabremos quiénes son ellos.


Esta enfermedad, que debe su nombre al neurólogo Alois Alzheimer, fue observada por primera vez a comienzos del siglo XX. Sin embargo, más de cien años después, aún no se ha conseguido lidiar con ella. Hace unos días, investigadores del King College identificaban diez proteínas en la sangre que podrían servir para predecirla, abriendo un nuevo sendero para la elaboración futura de fármacos que ayudarían a tratarla con antelación. Sin duda, es un gran avance, pero resulta insuficiente. Puede que -y citando a Ramón y Cajal- “mientras el cerebro sea un misterio, el universo continuará siendo un misterio”.




Andrea Mateos
@prepyus

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