Huele a mandarina y a cordero asado. También a
dulce, a bengala y a champagne. El Niño Dios ha nacido, es hora de celebrar.
Los árboles se revisten de luces y color, el aire transporta cánticos a ritmo
celestial… Noche de paz, ¿días de amor y prosperidad?
Pero mientras una parte del mundo se sacia de
derroche, en otros lugares los gélidos sueños luchan por mantener la fe. La
fe... Entrañable fecha la Navidad. Honrémosla con el corazón y procuremos
conservarla en cada amanecer, encendiendo el fuego de la caridad y la llama del
compartir. La Navidad: saco de recuerdos y corazones henchidos de risueña
festividad.
El mundo entero festeja, el mundo entero desea. Pero
hay algo que todo el dinero no puede comprar: la riqueza de espíritu, esa que
corrompe lo material. Y sí, todos, los que tienen y los que no tienen,
celebran. Y sí, todos, los que tienen y los que no tienen, habitan bajo un
mismo cosmos. Pero cuando todos alcen las cabezas al cielo, unos verán el
simple manto estrellado, mientras que otros distinguirán una luz que brilla
imponiéndose sobre el resto.
Y allí, casi rozando el firmamento, esa luz se
metamorfoseará en estrella y esa estrella iluminará las almas de quien pueden
verla, como un guía que vislumbra su camino. Y es que, a quien nada tiene, nada
le extingue de avaricia. Y sueñan. Y sonríen por un atisbo de ilusión. “A ver
si este año…” Porque la ilusión y la esperanza son lo último que deben
perderse. Decía Coelho: “es justamente la posibilidad de realizar los sueños lo
que convierte la espera en algo interesante”. Jamás pierdan la fe.
Feliz Navidad.
(Texto publicado en http://theobjective.com/blog/es/andrea-mateos/2014/12/27/el-atisbo-de-la-ilusion)
Andrea Mateos
@prepyus
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