El reloj marca las 101. Era tan pronto que llegaría tarde. El tiempo cumplía años cangrejos para no tener que envejecer. Pero él prefería hablar colores para que nadie le entendiera: realizaba conversaciones mancas con las partículas de polvo que surcaban el aire. De atrasado, llamaron a la mesa... y fue a abrir la ventana. Una pupila de color púrpura se le había enganchado en el zapato. Otra vez. Nunca la misma historia. Ya no comería más pétalos de cuchara sopera.
Salió a dar un ‘repteo’ por la calle; los paseos estaban pasados de moda. Ahora era una serpiente que ofrecía pecados a los hombres en forma de naranja. La historia era diferente pero seguía siendo la misma. Le gustaba hacer equilibrio en los postes de la luz, por eso tenía miedo a las alturas. Y hasta las escaleras invertidas se escapaban de la risa nocturna. No sabía en qué mundo vivía, ni siquiera si vivía realmente. Intentó mirarse para dentro y se chocó con el alma escurridiza del vecino. ¡Vaya por Dios! Qué tan frágil es la libertad...
Pero nunca olvidaría lo que Alicia le dijo antes de nacer: “la Reina de Copas te llevará a la taberna del conejo verde”. Y ahora se encontraba tan patidifuso que no sabía si era patidifusa... o ambos a la vez. El reloj había marcado las 101, ¡si no tenía reloj! Pero él siempre llegaba en el momento injusto, justo cuando no se lo proponía. Y llevaría una falda pantalón y una camiseta bota para la ocasión. -134’ 333333333 periódico se había gastado en el atuendo. Mucho dinero para alguien que había extinguido la matemática. Solo esperaba que hiciera sol para mojarse, porque sino se le iba a estropear la vestimenta. Y eso era justo lo que se proponía.
"¿Cuánto queda? ¿Cuánto queda?", le preguntaba su oreja desde el asiento del copiloto. Entonces sacó una bolsa de gominolas vacía y observó a modo de catalejo por el retrovisor. Ufff... acababa de pisar un charco de sueños. ¡Porras! ¡Churros y porras! De tan despierto ahora iba a tener que despertarse.
Andrea Mateos
@prepyus
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