Llega un
momento en la vida del periodista (vocacional) donde el poder de la información
se convierte en una obcecación que te taladra. Y buscas de forma casi
exasperada un artículo en cada conversación, una columna en la mirada de un
desconocido, un reportaje en cada acto banalmente cotidiano. Porque llega un
momento en el que empiezas a soñar primicias y a completar obsesivamente tu
agenda de contactos fuera del horario laboral, que ahora abarca las 24 horas
escasas que se te muestra un día. Y entonces, la delgada línea entre tu vida
privada y profesional se disipa para venir a ser lo mismo. ¡O quizá sea tu
trabajo el que pise de una forma titánica tu intimidad!
El mundo se
transforma: todo son interrelaciones que forman el proceso comunicativo. Las
personas ya no son personas, sino la abstracción que compone la relación
simbiótica y de retorno entre en un emisor caótico y un receptor participativo. ¿El mundo de
las ideas? Y esa obsesión frustrante habita en un curioso campo de
incertidumbre. Lo bonito de la vida es que todo el mundo desconoce su futuro,
pero mientras que para otros esto es un factor largoplacista, para el periodista se convierte en un porvenir
instantáneo, casi presente. ¿Qué va a ser de mí el próximo segundo? La vida eterna o la destrucción...
El universo
es el mayor canal informativo que hay. Existen millones -¡infinitos!- tipos de acontecimientos que
se suceden a la vez, en un segundo, y lo peor de todo es que tus fieles ojos no van a estar ahí (en una
mayoría dolorosa de veces) para poder escribirlos, ¡joder! El amplio proceso
cognitivo en el se traduce tu trabajo hace que tus sentidos se disparen. Tu
mente se vuelve tan abierta, sabes de tanto y de tan poco, que a menudo caes en un saco de escepticismo. ¿En qué creer?
Absolutamente todo es cuestionable. El saber que no puedes estar seguro de lo
que sabes… ¡y ni siquiera puedes afirmar aquello! Pero aun estando expuesto a
esa continua red informativa, siempre tienes que tener claros unos principios, que marcan tu origen y también definirán tu meta.
No hay nada peor que traicionar a tus ideas, que constituyen, en último y más
importante término, tu ser. Porque el periodista, antes que periodista, es
persona. Quizá llegue un momento en la vida del periodista, ahora ya sí,
VOCACIONAL, donde el poder de la información se convierta en una obcecación que
te taladre. Pero que ese taladro nunca alcance la placa dura que debe ser tu
ego, que no es más que tu existir, tu esencia.
Andrea Mateos
@prepyus
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