04 marzo 2014

La obsesión del periodista vocacional


Llega un momento en la vida del periodista (vocacional) donde el poder de la información se convierte en una obcecación que te taladra. Y buscas de forma casi exasperada un artículo en cada conversación, una columna en la mirada de un desconocido, un reportaje en cada acto banalmente cotidiano. Porque llega un momento en el que empiezas a soñar primicias y a completar obsesivamente tu agenda de contactos fuera del horario laboral, que ahora abarca las 24 horas escasas que se te muestra un día. Y entonces, la delgada línea entre tu vida privada y profesional se disipa para venir a ser lo mismo. ¡O quizá sea tu trabajo el que pise de una forma titánica tu intimidad!

El mundo se transforma: todo son interrelaciones que forman el proceso comunicativo. Las personas ya no son personas, sino la abstracción que compone la relación simbiótica y de retorno entre en un emisor caótico y un receptor participativo. ¿El mundo de las ideas? Y esa obsesión frustrante habita en un curioso campo de incertidumbre. Lo bonito de la vida es que todo el mundo desconoce su futuro, pero mientras que para otros esto es un factor largoplacista, para el periodista se convierte en un porvenir instantáneo, casi presente. ¿Qué va a ser de mí el próximo segundo? La vida eterna o la destrucción...

El universo es el mayor canal informativo que hay. Existen millones -¡infinitos!-  tipos de acontecimientos que se suceden a la vez, en un segundo, y lo peor de todo es que tus fieles ojos no van a estar ahí (en una mayoría dolorosa de veces) para poder escribirlos, ¡joder! El amplio proceso cognitivo en el se traduce tu trabajo hace que tus sentidos se disparen. Tu mente se vuelve tan abierta, sabes de tanto y de tan poco, que a menudo caes en un saco de escepticismo. ¿En qué creer? Absolutamente todo es cuestionable. El saber que no puedes estar seguro de lo que sabes… ¡y ni siquiera puedes afirmar aquello! Pero aun estando expuesto a esa continua red informativa, siempre tienes que tener claros unos principios, que marcan tu origen y también definirán tu meta. No hay nada peor que traicionar a tus ideas, que constituyen, en último y más importante término, tu ser. Porque el periodista, antes que periodista, es persona. Quizá llegue un momento en la vida del periodista, ahora ya sí, VOCACIONAL, donde el poder de la información se convierta en una obcecación que te taladre. Pero que ese taladro nunca alcance la placa dura que debe ser tu ego, que no es más que tu existir, tu esencia.



Andrea Mateos

@prepyus

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