17 febrero 2015

Ten fe


Todos hemos pasado por momentos difíciles, etapas en las que la adversidad gana terreno a la bienaventuranza, donde no ves la luz al final del túnel y todo se reviste de negros y grises. Entonces, en esos momentos, te preguntas “¿por qué a mí?”. El creyente te dirá: "ten fe, Dios aprieta pero no ahoga".  Pero tú no puedes dejar de sentir que te extingues. Intentas ser positivo, ver, como dicen, el lado bueno de las cosas, y entonces otra desdicha te atropella y enmudece el alma. ¿Ten fe?

Es así como yo, como creyente, como ser que cree en un Dios que nos aguarda como una divinidad bondadosa en su máxima potencia, me pregunto: ¿qué hay de toda aquella gente que muere de hambre, de aquellos que padecen terribles enfermedades, de las guerras que sacuden el mundo? Dios es padre y quiero pensar que ningún padre es tan cruel como para desear o permitir tales barbaries a ninguno de sus hijos. Mis padres, desde luego, no lo harían. Y son mortales, no la virtud en su máxima expresión.

Últimamente he pasado por situaciones duras y complicadas y, sí,  he cuestionado mi fe. Pero después pienso que si Dios nos hizo verdaderamente libres, con todo lo que la palabra en sí conduce... ¿quién sino nosotros es dueño de nuestro destino? Dios no interfiere para bien o para mal en nuestro mundo. No podemos echarle a él la culpa de nuestro infortunio, así como tampoco agradecerle la suerte de lo que nos pase. En cambio, sí debemos agradecerle la vida, tanto con las espinas como con los pétalos que la envuelven. Y ese es el regalo más maravilloso que se nos podía haber concedido: vivir.

Como digo, Dios nos creó libres y nos observa desde allí arriba, esperando el momento en que nos reunamos en la eternidad junto a él. Y creo en Cristo y en su mensaje de paz, amor, bondad y generosidad. ¿Quién no va a creer en eso? Por eso mismo, para mí es inconcebible creer en un Dios cruel. Porque Dios es amor, pero no interfiere en los asuntos de los vivos, precisamente por esa condición de hombres libres que nos otorgó desde que el mundo es mundo.

Así, la vida, como vida libre, tiene sus cuesta arriba y sus cuesta abajo. Y todos tenemos que aprender a sortear los obstáculos que se nos presentan. Solos. Sin nadie más. Creo en Dios y creo en la resurrección del alma. Y sobre todo, creo en las buenas personas. Porque el ser buena persona no te lo da el ir a misa los domingos o tener tales o cuales creencias. En el Dios que yo creo todo eso no importa porque Dios quiere a todos sus hijos por igual y lo único que espera de nosotros es que seamos, en definitiva, buena gente. Nada más. En todo eso creo. Y no me considero menos creyente por creer en la libertad, porque amo a Dios pero mi concepto de él es distinto a como muchos me lo presentan.

¿Ten fe? Sin duda, la tengo. Pero sé que Dios no es culpable de lo que me suceda en el mundo de los vivos, aunque bien es verdad que cuando pasas por un mal momento, la fe es lo único a lo que aferrarse… y te aferras.

 


Andrea Mateos

@prepyus

13 febrero 2015

Odio al amor


Dicen que del odio al amor, y del amor al odio, hay un único paso, como una delgada y finísima línea fronteriza que los separa. ¿Se puede odiar al amor? El día de San Valentín, hasta para aquellos que no lo celebran bajo causa de apatía y de la inapetencia de un “aquello no va conmigo”, despierta, no obstante, los sentimientos más profundos y arraigados de todo ser pensante.

¿Debe tener el amor un día especial en el calendario? ¿Debemos ser en San Valentín más amorosos y detallistas que nunca? Cierto es que hay que amar todo el año y no un único día de los 365. Entonces, ¿a quién se le ocurrió la genial idea de ponernos a toda la humanidad de acuerdo para quererse y hacerse regalos en una fecha determinada? ¿No resulta ridículamente absurdo?

San Valentín… ese día donde las parejas hacen público su empalago indigesto al “mundo mundial”, como diría Elvira Lindo, en una competición por subir a la red el mayor número de fotos y estados ñoños posibles. ¿Cómo sino van a saber los demás lo felices que son y lo maravillosamente bien que les va? Ay, amigo, a veces hay tal abismo entre el mundo terrenal y el digitalizado… Se sorprenderían. Intentemos desconectar de las redes sociales los próximos días.

San Valentín…  ese día donde los solteros amargan al personal con su humor radiactivo o, bien, despotrican, taladran y patalean contra lo espantoso de tal celebración, riéndose de todo aquel que cae en las aguas negras de su foso consumista. Pero no nos engañemos. ¿A quién no le gusta festejar, por hortera y cursi que resulte? Hasta a usted, aunque se niegue a reconocérmelo. ¡Qué manía con el mercantilismo! Existen días internacionales para multitud de chorradas y que haya uno para el amor les enerva…

San Valentín… sin duda un día en el que el mundo se vuelve loco de amor o de odio -¡o de las dos a la vez!- en un intento atropellado por salir ilesos de ese 14 que les tiene presos. Lo peor es que este día tan ridículamente absurdo y tan absurdamente ridículo, del que tanta gente pretende desprenderse, es esperado como un anhelo liviano por tener a alguien con quien poder pasarlo… ¡Díganme si me equivoco!

Pasen un feliz –o no- San Valentín ;)

 


Andrea Mateos

@prepyus

10 febrero 2015

La inseguridad de las aseguradoras


La inseguridad de las aseguradoras, o lo que es lo mismo: la indefensión del ciudadano cuando le roban en una cafetería supuestamente “sin violencia”… ¿o no es violento ya que a uno le roben todas sus pertenencias -DNI, tarjetas de crédito, carnet de conducir, móvil y bolso- y le dejen a uno “desnudo” y sin medio alguno para identificarse? Pues bien, les relato a continuación lo que hay que hacer en el caso de que les suceda a ustedes lo mismo, aunque no sea “políticamente correcto”, pero como de las lecciones se aprende y las redes sociales nos permiten divulgar con rapidez lo aprendido, les cuento cómo deben hacer una denuncia para que su “Seguro” les responda adecuadamente y cubran al menos medianamente los gastos del siniestro -o robo o hurto- ocurrido. No pequen, como yo, de pardillos, ni hagan uso de su buena fe y esperanza en la justicia, porque esta casi nunca existe para el ciudadano de a pie.

Cuando le roben “sin violencia”,  no lo digan; cuenten siempre que le han tirado al suelo, que le han empujado, pegado, estrujado, insultado, vejado… cualquier cosa que no sea sólo “me he dado cuenta cuando el ladrón salió corriendo con mi bolso” porque eso le deja a usted más despojado todavía. Finja, y déjelo por escrito en la denuncia que haga usted en la comisaría, que conste, para que luego su “Seguro” le escuche, porque si no ha habido violencia, usted sigue estando en el paradero de nadie, es decir, no tiene ningún derecho que le ampare.

Ahora, eso sí, si le han tirado por la escalera, le han roto un brazo o le han hinchado un ojo, entonces hablan con usted y le valoran sus pertenencias. Pero recuerden, si las gafas las llevaba puestas, entonces las valoran, si iban guardadas no; si el móvil lo llevaba en la mano, también, pero si lo había metido dentro del bolso entonces olvídese. Es decir, sea un ciudadano “incorrecto”, llévelo todo en la mano, llamando la atención de los ladrones, porque si lo guarda en el bolso y se va  tomar un café y lo coloca en el reposabrazos de la silla, usted NO está siendo un ciudadano ejemplar, porque para las aseguradoras usted está “escondiendo” sus pertenencias.

En definitiva, que han de llevar el móvil en una mano, que se vea bien, la cartera en la otra, el DNI entre los dientes y el bolso colgado… ¡pero vacío! Sólo así usted podrá sentirse seguro, porque así su aseguradora, en el caso de que le roben o hurten “con un empujoncito”, ellos, los que le aseguran, estarán ahí para atenderle muy amablemente y abonarle todo lo que proceda.

Paradoja de la vida… y yo creyendo que el café que se había tomado el ladrón en la mesa de al lado servía para aportar las huellas y el ADN a la policía… no estamos en EEUU ni aquí existe el CSI. Vivimos en un país de ladrones y chorizos en la más amplia extensión de la palabra.

¡Tomen nota!

 
Paloma Mínguez de Alarcón
(Periodista)

04 febrero 2015

España no es Grecia


¿Marca Grecia un nuevo tiempo para España? Para muchos ha resultado inevitable comparar la victoria de la coalición de izquierda radical Syriza con el caso español y el contexto que se presenta de múltiples citas electorales en los próximos meses. Pero, ¿es irresponsable  e incierto asemejar la situación española con la griega? Desde luego que sí. España no es Grecia.

“Comienza la esperanza, termina el miedo, Syriza, Podemos, venceremos”… Para su partido paralelo en España, los resultados del país heleno suponen el fin de la campaña del miedo, cuyo triunfo espera capitalizar en nuestro país. Íñigo Errejón, el número dos del partido, asegura que “los griegos van a tener un gobierno griego por fin y no uno delegado de Angela Merkel”.

En épocas de crisis proliferan los radicalismos y la democracia se tambalea. En momentos desesperados, medidas desesperadas. Puede ser hasta entendible, pero nunca es la solución. No lo digo yo, lo dice la historia. Parece ser que las adversidades, lejos de fortalecernos, nos metamorfosean en seres más escépticos y crédulos ante los populismos más carroñeros que venden su demagogia más proterva.

España está saliendo de la crisis y se prevé que su situación mejore en 2015. Vamos por el buen camino, pasito a paso, en cuanto a términos económicos se refiere. El gran reto ahora es conseguir que el paro baje significativamente y se consolide la inversión. Pero esto no ocurrirá si los inversores perciben el auge de un partido radical como es Podemos.
España no es Grecia, pero quizá gracias a Syriza se ponga en evidencia el fracaso del populismo para el resto de Europa, ayudando a meditar a esa mayoría de españoles que, sin duda, es más moderada. Los extremismos no tienen cabida en la democracia. Que no nos engañen.








Andrea Mateos
@prepyus