10 febrero 2014

Falsos patriotas



Los que aman España a menudo lo hacen de una forma ilusamente utópica, rememorando una gloria histórica que ha sido descosida por el mal que actualmente le aqueja. Aman España como una abstracción y claman un odio atroz por la gente que la compone. Pero, ¿se puede amar un país y no su gente, que constituye principalmente su esencia? ¿Pues qué es un estado sin su pueblo?

Cierto es, un pueblo que se corrompe por los corrompidos, donde ‘los que no se quejan’ se quejan de ‘los que se quejan’, y al final España entera lagrimea. Esa España donde una mayoría aparenta saber de todo en todas las situaciones, y luego está la élite listilla que simula no saber de nada aún sabiendo (principalmente cuando salen a la luz asuntos turbios). Igualmente habitan los que construyen falsamente la historia, buscando -en un intento desesperado y fanático- un motivo inexistente para independizarse. Esa es España, nuestra España. La que tiene que lidiar contra su propio pueblo para no desmoronarse sobre sus propios cimientos. Pero si España no es España sin su pueblo, ¿puede lidiar contra sí misma?

Existen también, como digo, los llamados falsos patriotas. Aquellos a los que se les llena la boca de un idolatrado amor hacia su patria, rozando los límites de lo divino. Un amor que es casi tan grande como el rencor que engendran hacia sus hermanos de tierra, que serán corruptos, gemebundos, patrañeros o con tintes independentistas, pero hermanos, al fin y al cabo. Vaya, ¡que en todas las familias cuecen habas!

Pero al igual que un reloj no lo es sin sus engranajes (podrá tener apariencia de reloj, pero sin engranajes nunca marcará la hora), España no es España sin su pueblo. Ambos constituyen un mismo conjunto, como una unidad psicosomática de cuerpo y mente mediante una relación simbiótica donde la una requiere de la otra para funcionar de un modo perfecto o, aunque a veces vaya a trompicones, hacerlo en la mejor medida. Y ciertamente, España sí es una gran nación, como claman los falsos patriotas. Pero la idea desparece no solo con aquellos que pretenden desprenderse de ella, sino también con los que hablan en un doble discurso chauvinista y segregado debido a la dicotomía emocional que se produce entre el amor y el odio que incoherentemente profesan.

 


Andrea Mateos
@prepyus

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