23 julio 2013

¿Moción de censura? Porción de mesura


Tras las últimas informaciones aportadas en el ya famoso caso Bárcenas, la oposición ha planteado contra Mariano Rajoy una moción de censura, que sería la tercera de la democracia española. Esta, recogida en el artículo 113 de la Constitución y el 175 del Reglamento del Congreso, tiene como fin el exigir responsabilidad política al Gobierno y, aunque es propuesta por 1/10 de los diputados, se necesita mayoría absoluta para sacarla adelante, lo que resulta un blindaje perfecto para el Partido Popular.
 
De este modo, la moción no tendría ningún sentido, pues en un gobierno de mayoría, como ocurre siempre en el caso español, ningún diputado vota en contra de su propio partido. De hecho, no es la primera vez que se plantea. Anteriormente ya la habíamos visto en épocas de Adolfo Suárez y Felipe González, donde ambas fracasaron inevitablemente. Y es que la moción en España es más el hecho de proponerla que de realizarla, puesto que esto último resulta prácticamente improbable. Precisamente por eso Rubalcaba -el primer interesado, por otra parte, en no convocar unas elecciones anticipadas que solo beneficiarían a IU y UPyD- ha decidido solicitarla, porque sabe que, de todos modos, nunca llegaría a efectuarse. 

"En un Gobierno de mayoría,

la moción no tiene ningún sentido"

Rubalcaba no pretende ganar la moción, ni mucho menos, se trata simplemente de otra de sus artimañas por tratar de recuperar el liderazgo perdido y la confianza, cada vez menor, de sus ciudadanos. Porque si bien es cierto que Rajoy cuenta con pocos apoyos, menos aún tiene la oposición con un líder que pretende asegurarse el futuro aprovechando las informaciones, cada vez menos verosímiles, de un delincuente que se encuentra entre rejas.
"Rubalcaba no pretende ganar la moción,
sino recuperar el liderazgo perdido"

Lo que no hay que olvidar es que, de momento, los papeles de Bárcenas son unos folios en blanco sin sellar ni enumerar que, salvo que se demuestre su veracidad por otra vía, carecen de validez. Unos documentos que recogen, por otro lado, pagos de impuestos  -IVA o IRPF- de una supuesta contabilidad en dinero B (¿desde cuándo se pagan impuestos con dinero B?); o de anotaciones en 2000 y 2001 recogidas en euros que, aunque desde 1999 era moneda de cuenta, hasta el 1 de enero de 2002 no entró en vigor y, si los ciudadanos no tenían acceso a ella, de igual modo los pagos en negro realizados en efectivo. ¿Sospechoso? Además, aunque muchos se escandalicen por los sobresueldos -y dejando de lado la ética, que ese es otro terreno distinto para analizar-, estos no convierten el acto en delictivo, siempre que, claro está, estén declarados a Hacienda.
"Salvo que se demuestre por otra vía,
los papeles de Bárcenas carecen de validez"

Y ahora sería el momento de preguntarse, ¿desde cuándo tiene más credibilidad una persona que está en la cárcel y que ha cambiado su versión de los hechos en innumerables ocasiones que un presidente de un gobierno legítimo? Algunos han convertido a Bárcenas en un hombre de dogma, empezando por la prensa. Pero en un Estado de Derecho, un hombre -llámese Rajoy o ciudadano de a pie- no tiene que demostrar su inocencia, le tienen que probar su culpabilidad o, de lo contrario, no se hablaría de régimen democrático. ¿Qué hay de la presunción de inocencia? ¿Y de los juicios realizados únicamente por jueces, y no por la sociedad civil?
"¿Tiene más credibilidad un delincuente
que un presidente de Gobierno?"

Está claro que, hartos de la clase política, parece que los ciudadanos están casi esperando cualquier información que les perjudique para creérsela. Hagan lo que hagan va a estar mal visto. Nunca había sido tan difícil consensuar los intereses de todos. Y lo mismo ocurre con la prensa, que en los últimos tiempos ha sido tachada de sensacionalista. Pero parece ser que es preferible esa falta de objetividad de los medios de comunicación, siempre que sea para difamar a algún personaje político, a las propias acciones políticas, lo que están aprovechando muy gustosamente los periódicos para lanzar sus propios mítines a una sociedad deseosa de escándalo. Realmente los medios se tienen que deber antes a la verdad que a sus lectores, al igual que los políticos a sus votantes antes que a sus partidos. Por eso mismo, donde unos apuntan a una moción de censura, yo propongo una porción de mesura, que gran falta nos hace.

 

Andrea Mateos
@prepyus
 

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