10 julio 2013

Paraíso de tapas y botellines

 
A veces el mundo se reduce a una cerveza fría y un pincho de jamón ibérico, especialmente en esos días donde tu casa son bofetadas de calor ante una primavera inexistente que se ha transformado sin avisar en un verano que pasa bruscamente de la bota a la sandalia. Los ‘maldito frío’ se revisten de ‘soporífero bochorno’ (el caso es siempre quejarse. El tiempo siempre fue tema de conversación para  inconformistas). Y, de repente, aciertas tu hogar en una refrescante terracita de verano, allá por las 19:31 horas de la tarde. No necesitas demasiados argumentos para instalar allí tu trasero, es una campana que llama siempre a la misma hora: cuando empieza a caer la tarde y los trabajadores acuden tras una intensa jornada de trabajo. Y así es como me encuentro yo ahora mismo mientras escribo estas líneas en mi destartalada agenda de siempre. Paraíso de tapas y botellines… Porque esa extraña relación simbiótica capaz de atraer a las más disparatadas clases sociales va a ser hoy el motivo de este post que escribo.
 
ORÍGENES
Todo el mundo tiene una ligera idea de cómo surgieron las tapas, ligadas a esa necesidad –casi natural- del hombre por beber. Pero yo, ante mi repentina curiosidad por el tema, he encontrado unos orígenes algo confusos. Algunos los datan en épocas medievales, cuando Alfonso X el Sabio fue recetado, por orden médica, beber unos sorbos de vino que decidió acompañar de bocados de comida para evitar los efectos el alcohol. Otros aseguran que aquello ocurrió en realidad en tiempos de los Reyes Católicos, donde se les obligó a los taberneros a servir vino y cerveza acompañados de pequeñas tapas para evitar incidentes a las salidas de las tabernas. Aunque también existen elucubraciones de que en realidad la causa fue para impedir la entrada de moscas en las copas.
Existen otros atisbos que lo fechan en el Siglo de Oro, con el aprovisionamiento de comida de los soldados o por la toma de alimentos de los labriegos a mediodía para recuperar fuerzas después de una dura jornada laboral en el campo.
Acercándonos algo más a nuestros tiempos, se cree también que Alfonso XIII, en uno de sus viajes a
Cádiz, estaba tomando una copa de vino cuando le azotó una ‘levantera’ (viento típico de la zona) y, para evitar que entrara polvo, puso una rodaja de jamón encima. Sin embargo este es un hecho dudoso, pues la arena se habría quedado pegada a la grasa del embutido.
Por último, ya en el siglo XX, algunos autores llevan sus orígenes a Andalucía, en la práctica de colocar láminas de jamón o lomo para evitar precisamente que el vino perdiera su aroma. Aunque también se puede situar en plena Guerra Civil, donde la población se vio obligada a tomar pequeños bocados (principalmente de pan) para alimentarse.
 
VARIANTES DEL TAPEO
Sin embargo, aunque el fenómeno de tapear está ligado a la cultura española, el acto ha sido extendido por todas las partes del planeta, con sus diversas variantes según el lugar:
·         Venezuela: las tapas son llamadas pasapalos
·         Italia: existen los cicchetti venecianos
·         En algunas culturas asiáticas se les llama los dim sum
·         México: botana o antojitos
·         Colombia: pasabocas
·         El Salvador: boquitas
·         Argentina: copetín
·         Chile: picoteo
·         Perú: piqueo
Incluso, hasta dentro de la península, los términos difieren de una comunidad a otra:
·         En Alicante se habla de ‘picaeta alcoiana’
·         En Tarragona los bares de tapas son los ‘llesqueries’
·         País Vasco: poteo o chiqueteo (los txikitos son vasos pequeños de vino)
·         Aragón o Navarra: alifara
·         Históricamente se les solía llamar también avisillos o llamativos (por aquello de comerse antes de la comida principal)
 
FENÓMENO SOCIAL
Las tapas han constituido un fenómeno social a lo largo del tiempo, convirtiendo a los bares en lugares de reunión, lo que ha sido muy aprovechado por la empresas turísticas. En Londres se han puesto de moda y en los últimos años están teniendo un gran éxito. Tuvo también su merecida importancia a la hora de aceptar a las mujeres en los bares como alternativa ante otras actividades donde únicamente se repartía bebida y eran exclusivas de un mundo de hombres. De hecho, hoy se ha convertido más en una actividad social que en una gastronómica, donde el propósito de comer es prácticamente lo último.
Con la crisis, los gastrobares han supuesto una imaginativa alternativa para acercar la alta cocina a un público más amplio, constituyendo un terreno fértil para la invención de los cocineros (hoy se habla de tapas con nombres como ‘toy esmayao’, ‘loquesea’, etc). Y todo ello sin hablar de su valor nutricional: sí, se puede tapear de forma saludable pues, como dicen los nutricionistas, es mejor realizar cinco comidas al día que tres, precisamente para repartir la ingesta gastronómica. Además, ahora que hace buen tiempo, la gente está de mejor humor y se abre más el apetito, ¿qué mejor que conocer tu ciudad a través de sus bares? Este verano, propongo degustar nuestra cultura: tapeemos.
 
 
 
Andrea Mateos
@prepyus

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