10 febrero 2013

La línea editorial no es sinónimo de sensacionalismo

Ser objetivo es no deformar voluntariamente los hechos. Y digo voluntariamente, pues siempre que se compone una noticia informativa, el periodista no puede evitar dejar parte de la objetividad por el camino a la hora de seleccionar los hechos y decidir en qué orden los redacta. La objetividad pura es prácticamente inexistente. Pero eso no debe quitar para que el periodista, como profesional de la comunicación que es, intente alejarse del sensacionalismo, algo que en los últimos tiempos ha sacado a relucir de nuevo el debate sobre el agujero negro de la imparcialidad en los medios de comunicación social.



Y entrados en este apartado, he de decir, sin embargo, que me declaro una clara defensora de las líneas editoriales. Me explico… Para mí el periodista tiene el primordial deber de transmitir una información veraz. Y en eso todos estaremos de acuerdo. Pero para mí el periodista también, y esta es una reflexión propia que podréis compartir o no, está en deuda constante con el lector y sus intereses. Es decir, debe establecer el difícil equilibrio entre las inquietudes y pensamientos de su público, con el derecho del ciudadano a recibir una información veraz. Porque gracias a los lectores, el periodismo es una profesión, sino sería un simple hobby no remunerado. Escribimos para que nos lean. Y precisamente por eso tenemos una deuda pendiente con quien nos está leyendo.

"El periodismo tiene una deuda con la información veraz
y los intereses de su público"

Pero las noticias no dejan de ser productos que se exponen en un mercado. Hay clientes que, cuando van a un establecimiento, compran camisetas moradas, mientras que otros las prefieren rojas o incluso de rallas. Y lo mismo pasa con quien compra un periódico. Por ello es necesario que exista prensa de izquierdas, de derechas, monárquica, republicana, o hasta religiosa. Nadie quiere ir a un quiosco y encontrarse con cien periódicos iguales, cambiando únicamente en su maquetación. El periodista se debe a la información, pero también se debe a su público. Y puesto que hay diversidad de públicos, tiene que haber también diversidad de líneas editoriales. La población es un bloque social segmentado. Pero alcanzar ese equilibrio entre el lector y la veracidad es harto complicado.

"Las noticias son productos
que se venden en el mercado de la información"

La línea editorial es el rasgo distintivo entre los múltiples tipos de prensa, es su sello diferenciador, lo que les vuelve ‘atractivos’ y ‘originales’, en definitiva, únicos. Y hasta ahí, es un factor positivo. De hecho, muchos lectores lo que están buscando precisamente es leer algo que reafirme y complete sus ideas; y otros, simplemente, que les hagan reflexionar sobre su pensamiento contrario.

"La línea editorial
es el sello diferenciador de los periódicos"

Pero la cuestión es mucho más compleja y la mayoría de periódicos se agarran, precisamente, a sus líneas editoriales para deformar los acontecimientos de forma voluntaria. Que en muchos casos no es que mientan –quiero penar que la mayoría de periódicos no lo hace-, o no es tampoco que sólo muestren una cara de la moneda. Sino que los hechos que sacan a la luz son exagerados y focalizados. Focalizar y exagerar la realidad no es mentir, pero tampoco es contar la verdad. Una cosa es tener una línea editorial, y otra muy distinta soltar los ‘boom’ de uno y otro bando en favor o beneficio político de la ideología del propio medio, perjudicando siempre al lado contrario. Y con esto, lo único que se consigue es que se ponga en duda todo lo que se escribe. Y eso no es periodismo.

"Algunos confunden línea editorial
con sensacionalismo"

Los medios deberían ser conscientes de los mensajes subliminales que transmiten a una sociedad que los acepta e interioriza. Las opiniones se alzan ante el individuo creando una mente colectiva, una mente colectiva para un colectivo robot. Ya no son capaces de pensar por sí mismos, porque otros lo hacen por ellos. Pero lo peor de esos pensamientos es que no son reales, están distorsionados, y a menudo se sirven de calumniar a los propios protagonistas de las noticias. Calumnia, que algo queda. Pero ese ‘algo queda’, ¿cómo se devuelve? Es un poder amoral que se alimenta de la destrucción de la honorabilidad de sus personajes. Y esa ‘carnaza’, ese sensacionalismo, está muy lejos de la información veraz… y, en definitiva, del propio periodismo. El sensacionalismo no salda esa deuda pendiente que describía al comienzo que tiene el periodista con su público. En absoluto. Las líneas editoriales se desgastan y son una herramienta que, como todos los utensilios, tienen única y exclusivamente dos usos: el bueno… y el malo. Y este último es al que generalmente se acude. ¿Líneas editoriales? Sí. ¡Pero ojo con caer en el escurridero del amarillismo!

 
 
Andrea Mateos
@prepyus

1 comentario:

  1. Muy bueno. La verdad es que siempre había estado en contra de las lineas editoriales, de tener que comprarme varios periódicos para acercarme más o menos a la realidad. Pero después de leer tu reflexión tengo que darte la razón. No se trata de suprimirlas, sino de encauzarlas con honestidad. A todos nos gusta leer un tipo de prensa concreta, claro que sí. Pero llega un punto donde traspasan el límite y cuestionamos todo lo que leemos. Enhorabuena por tu blog.

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