19 febrero 2014

Una de manifestaciones

Detrás de una manifestación siempre se esconde un poso ideológico… o un interés oculto, que a veces no tiene tanto que ver con la ideología. ¿Cuántos de los acuden habitualmente a manifestaciones están realmente preocupados por el asunto en sí por el que se manifiestan? ¿Y cuántos lo hacen por derrocar a ‘x’ partido político o gobierno, o porque lo consideran un ‘deber’ del grupo político del que son afines, o simplemente para dejarse llevar por la masa?
Quisiera resaltar, antes de abordar la cuestión, dos aspectos de la sociedad española. El primero es que en España hay que reconocer que la calle está totalmente conquistada por la izquierda, ¡y saben muy bien cómo enervar a una ciudadanía ya encolerizada! El segundo es que, exista o no un problema real, nos gusta quejarnos. En mi entrada anterior “Falsos Patriotas”, decía que hasta “los que no se quejan” se quejan de “los que se quejan”. Y esto es así. A menudo, y especialmente en épocas de crisis, caemos en un foso de victimismo. ¡Incluso a veces en la comunidad internacional tienen mejor concepto de nosotros que nosotros mismos!
Con estos dos factores no es de extrañar que la gente se manifieste  y haga huelga tantas veces a lo largo del año. Y más en la actualidad donde, aunque poco a poco vamos saliendo de la crisis económica, la sociedad aún no ha notado realmente esa ligera mejoría. Pero la derecha siempre ha considerado que la calle es cosa de progres, lo que le lleva a mostrarse reacia cada vez que la izquierda saca sus pancartas. He de decir que yo tampoco soy una apasionada por manifestarme. Primero porque lo considero un esfuerzo inútil, pues poquísimas veces se logra el objetivo que se persigue. Y por otro lado, me resulta un acto molesto. Pero esto ya es una percepción mía personal.
Sin embargo, ayer tuvo lugar (y hoy) una manifestación para la liberación del pueblo venezolano, cuyos asistentes componían, predominantemente, el perfil de la derecha. Lógicamente no va a asistir al acto un comunista -tan a favor del régimen cubano y venezolano-, pero el evento en sí me resultaba de lo más curioso. Esa derecha, tan reacia y crítica con las manifestaciones (no hay que olvidar que, a fin de cuentas, es un derecho constitucional recogido en el artículo 16 de la Constitución), ¡manifestándose! ¡Qué ven mis ojos! Pero manifestarse por Venezuela queda guay, mientras que el resto de manifestaciones son para perroflautas y el progrerío rancio (no sé si están pillando mi sarcasmo).
Y entonces no dejo de preguntarme… ¿en qué punto, por poner un ejemplo, nos situamos con la masacre de Siria? ¿Por qué no nos reivindicamos también con Ucrania, que quieren acabar con la influencia rusa y entrar en la Unión Europea? ¿Cuáles son los criterios de selección -y exclusión- por los que se rigen para decir ‘sí’ a unas y a otras ‘no’? No estoy queriendo con esto comparar conflictos tan heterogéneos de causas y evolución tan diversa, pues nada tiene que ver Venezuela con Siria y menos con Ucrania. Simplemente estoy tratando de realizar un análisis de lo que supone el hecho en sí de manifestarse. Nada tiene de malo luchar contra la opresión y reivindicar la libertad de un pueblo. Por supuesto que no. Pero, sinceramente, no lo entiendo. ¿Hipocresía de principios?  Los principios de la incoherencia. ¡Llámenme loca, qué sé yo!
Lo que me ha quedado claro es que las ideologías se han apropiado de las manifestaciones. Parece que en España salir a la calle con una pancarta es cosa de izquierdas (salvo cuando, de forma excepcional, la derecha decide manifestarse), al igual que llevar la bandera de España (la oficial y democrática, no hablo de la tricolor ni la del aguilucho) es exclusivo de la derecha. ¡Y que a ninguno que no sea afín ideológicamente se le ocurra invadir el campo del otro!  Las ideologías se han apropiado de las manifestaciones… pero bueno, como casi todo en esta vida, en general. ¡Rollizo monstruo la ideología! Rollizo y tramoyista.


Andrea Mateos
@prepyus

10 febrero 2014

Falsos patriotas



Los que aman España a menudo lo hacen de una forma ilusamente utópica, rememorando una gloria histórica que ha sido descosida por el mal que actualmente le aqueja. Aman España como una abstracción y claman un odio atroz por la gente que la compone. Pero, ¿se puede amar un país y no su gente, que constituye principalmente su esencia? ¿Pues qué es un estado sin su pueblo?

Cierto es, un pueblo que se corrompe por los corrompidos, donde ‘los que no se quejan’ se quejan de ‘los que se quejan’, y al final España entera lagrimea. Esa España donde una mayoría aparenta saber de todo en todas las situaciones, y luego está la élite listilla que simula no saber de nada aún sabiendo (principalmente cuando salen a la luz asuntos turbios). Igualmente habitan los que construyen falsamente la historia, buscando -en un intento desesperado y fanático- un motivo inexistente para independizarse. Esa es España, nuestra España. La que tiene que lidiar contra su propio pueblo para no desmoronarse sobre sus propios cimientos. Pero si España no es España sin su pueblo, ¿puede lidiar contra sí misma?

Existen también, como digo, los llamados falsos patriotas. Aquellos a los que se les llena la boca de un idolatrado amor hacia su patria, rozando los límites de lo divino. Un amor que es casi tan grande como el rencor que engendran hacia sus hermanos de tierra, que serán corruptos, gemebundos, patrañeros o con tintes independentistas, pero hermanos, al fin y al cabo. Vaya, ¡que en todas las familias cuecen habas!

Pero al igual que un reloj no lo es sin sus engranajes (podrá tener apariencia de reloj, pero sin engranajes nunca marcará la hora), España no es España sin su pueblo. Ambos constituyen un mismo conjunto, como una unidad psicosomática de cuerpo y mente mediante una relación simbiótica donde la una requiere de la otra para funcionar de un modo perfecto o, aunque a veces vaya a trompicones, hacerlo en la mejor medida. Y ciertamente, España sí es una gran nación, como claman los falsos patriotas. Pero la idea desparece no solo con aquellos que pretenden desprenderse de ella, sino también con los que hablan en un doble discurso chauvinista y segregado debido a la dicotomía emocional que se produce entre el amor y el odio que incoherentemente profesan.

 


Andrea Mateos
@prepyus

26 diciembre 2013

Historias dignas de ser contadas


Todas las historias que se relatan tienen algo de especial, sino no merecerían la pena ser contadas. Un “llevaba toda mi vida esperando ese momento” o “el tiempo se detuvo” han revestido a menudo el clímax de tantos personajes, protagonistas que convierten sus anécdotas en libros, individuos que tienen algo que decir al mundo porque ese algo es especial, distinto. Lo corriente no es del interés de nadie. Nadie espera escuchar la historia de un tipo que se levanta, acude al trabajo y regresa a su casa a encerrarse entre sus cuatro paredes. Nadie escribe sobre lo normal, lo llano. Porque todos buscamos ese momento que llevábamos aguardando toda nuestra vida, una vida que desperdiciamos mientras esperamos y dejamos pasar el resto de momentos corrientes. ¿Quién establece lo normal, lo que es digno de contar y lo que no? ¿Por qué lo normal resulta carente de interés, vacío?

 
La búsqueda de lo distinto ha sido tan generalizada que, paradójicamente, se ha metamorfoseado en uniforme. Quizá para mí ahora lo anecdótico sea ser una mujer corriente que acude a la universidad y toma café entre un amasijo de libros. Y quizá para mí ese momento especial del día –que otros buscan desesperadamente- se encuentre en el detalle casi imperceptible de un rayo de sol que traspasa el cristal del autobús y me hace entrecerrar los ojos, observando el mundo a través de un velo de pestañas.
 
"La búsqueda de lo distinto
se ha metamorfoseado en uniforme"

Vivimos en una sociedad teatralmente dramática que anhela grandes historias y rechaza casi con xenofobia lo que ella denomina y establece como “corriente”. Nadie escribe sobre las personas normales. No interesan a la masa. Lo normal ha pasado a un segundo -¡y tercer!- plano. Pero para mí no tiene nada de monótono, porque lo normal se despedaza en un conjunto de pequeños detalles que sólo son apreciables para mentes sublimes. Como una obra de arte, las mejores pinceladas son las que no se ven, o solo son captadas por las pupilas de quienes alcanzan el placer excelso en lo imperceptible. Lo corriente es mucho más especial que los algos que, curiosamente, nos pasamos buscando toda nuestra vida. Son estallidos de ideas fugaces que componen nuestra rutina, aglomerando las partículas individuales de lo complejo, exclusivas para los que quieren ver y excluyentes de una multitud cegada que rechaza esas pequeñas descargas de felicidad tras un intento fallido por encontrar la suprema.
 
"Los pequeños detalles sólo son apreciables
para mentes sublimes"

Las historias dignas de contar, aquellas donde “el tiempo se paraliza”, han pasado a la historia. Se les acabó el amor de tanto usarlo. Llega la era de lo corriente, de narrar las vicisitudes de aquel tipo normal que se levantaba, iba al trabajo y se encerraba entre sus cuatro paredes. Y quizá ahora comencemos a darnos cuenta de que aquel individuo tiene seis sonrisas diferentes, y que cambia el tono de voz cuando le llaman por teléfono, o que sigue la misma ruta de siempre porque escoger una senda nueva le desviaría de sus ensimismamientos mañaneros. Detalles que, de tan corrientes, pasan desapercibidos y nadie se para a observar. ¿Y quién es quién para decidir que no tienen nada de especial? Unos tratan de reinventar lo inventado; yo de rescatar la realidad absorbida de lo normal.
 
 
 
 
Andrea Mateos
@prepyus

16 diciembre 2013

Cataluña con España

La Constitución, ratificada el 6 de diciembre de 1978, simboliza el sutil entresijo de equilibrios que caracterizan a la sociedad española (“La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles.” Artículo 2, CE). Por eso, resulta inconcebible estar hablando, treinta y cinco años después y ya superada la transición democrática, de la independencia de una Comunidad Autónoma. Y resulta inconcebible además porque, de hecho, uno de los padres de la misma fue Miquel Roca, representante de la Minoría Catalana. Con ello lo que quiero decir es que los catalanes han participado en la construcción de la historia en libertad de España y ahora el nacionalismo quiere separarse de esa “opresión” que, curiosamente, él mismo ha gestionado.


Nuestra Constitución, la Carta Magna, la ley de leyes, establece las reglas del juego democrático. El referéndum que se quiere llevar a cabo en Cataluña el próximo 9 de noviembre de 2014 es un referéndum ilegal, antidemocrático y anticonstitucional en el que, además, no puede opinar el resto de España, el país del que forma parte. Según el artículo 155.1 CE “si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente el interés general de España, el Gobierno (…) podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquella al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.”

"El referéndum es ilegal,
antidemocrático y anticonstitucional"

Hace algunos días se celebraba también el simposio “España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014)”, un congreso de título xenófobo que fue promovido con dinero público, todo hay que decirlo. ¿Cataluña o España? La consulta traspasó los límites de lo absurdo. Cataluña es España, y España no se concibe como tal sin Cataluña. Quienes plantean la pregunta no son historiadores de la política, sino historiadores políticos que propician el auto odio, es decir, el odio hacia sí mismo al renegar de su propia esencia que no es otra que la de ser españoles y que tampoco resulta incompatible con la de ser catalán.

"España no se concibe como tal sin Cataluña"

Parece que algunos se han empeñado fervientemente en partir en dos una sociedad lisiada por la crisis económica de la que ahora comenzaba a salir. Se creen poseedores de la verdad eterna, pero no son más que unos iluminados que se han cegado por el sol. Reescriben la historia en base a sus propios intereses y apelan a enemigos del pasado que nunca tuvieron. Sin embargo, nadie habla de los únicos años en los que Cataluña fue realmente independiente de España, que no en sí misma, pues estaba sometida a la soberanía de Francia (1641-1659).

"Reescriben la historia
en base a sus propios intereses"

Su discurso no busca la razón sino la propaganda. Y desde un punto de vista histórico esto es indefendible. Su único argumento, fácilmente rebatible, se centra en una lengua (el catalán) revestida de la estelada o la señera. Aunque aquí también cabría decir que la bandera cuatribarrada es la tradicional de los reyes de la Corona de Aragón, antiguamente usada únicamente por el Rey, y no por condes.

"Desde un punto de vista histórico
esto es indefendible"
 

Lo que está claro es que la simple intención de realizar este referéndum está creando una brecha cada vez más fonda entre Cataluña y el resto de España. Aunque habrá que ver si realmente existe una mayoría catalana que quiere la independencia, algo de lo que realmente dudo. ¿Derecho a decidir irse? Quizá dentro de unos años, como decía Cecilia en una de sus canciones, tengamos que celebrar cada 9 de noviembre con un ramito de violetas… Como el día de Cataluña con España.






Andrea Mateos
@prepyus

26 noviembre 2013

Valentía de principios


Estimado presidente, a través de la presente le comunico la dolorosa determinación de poner fin a mi militancia.” Así comenzaba la carta donde Santiago Abascal le comunicaba a Mariano Rajoy su marcha del Partido Popular el pasado lunes. El motivo principal, la gota que ha colmado el vaso, venía a raíz de la excarcelación masiva de terroristas tras la derogación de la Doctrina Parot y ante la que, según el ex diputado vasco, la actuación del Gobierno ha sido “indigna” hacia las víctimas del terrorismo, “traicionando sus ideas y valores”.

En un momento donde económicamente a España empiezan a brotarle brotes verdes, y valga la redundancia, la opinión pública con respecto al Gobierno no termina de mejorar. Así, Abascal alegaba en su carta otra serie de motivos determinantes que le han llevado a poner fin a su militancia: “la actitud pasmada y pasmosa ante el desafío de los dirigentes separatistas”, “la negativa radical a abordar una reforma profunda del modelo autonómico”, “el aumento de la presión fiscal” o “la falta de medidas ante la corrupción” se encontraban en esa lista de causas.
"La opinión pública con respecto al Gobierno
no termina de mejorar"

Sin embargo, si de algo bueno se ha caracterizado la derecha ha sido por ser la que mejor ha defendido siempre a las víctimas de ETA. De hecho, las mejores épocas de lucha contra el terrorismo han sido durante los gobiernos del Partido Popular. ¿Agua pasada? Más bien me atrevería a hablar del complejo de la derecha. Parece que en España siempre resulta mucho más popular hacerle un guiño a la izquierda. Y la consecuencia de esto es que muchos sectores de la derecha se resisten a reconocerse como tales, dejando de lado los principios por los que se regían…  Algo que quizá le esté pasando al actual Gobierno. Pero en temas de terrorismo sólo puede existir la mano dura, por muy impopular que resulten las medidas.
"La derecha siempre ha sido
la que mejor ha defendido a las víctimas de ETA"

Es muy respetable la decisión tomada por Santiago Abascal, con independencia de quien decida compartirla o discrepar. Una decisión con la que, tristemente, muchos españoles se sienten identificados. Posiblemente el perjuicio que pueda producir el ex diputado vasco a “la inamovible cúpula” del Gobierno sea muy limitado, pero el efecto de sus palabras ha calado en una masa electoral hace ya tiempo descontenta.
"Muchos españoles se sienten identificados
con la decisión de Santiago Abascal"

La población española está harta de los discursos mitin y la reproducción exacta de todas las decisiones gubernamentales por parte de muchos miembros del partido. Hace  falta espíritu crítico y valentía de principios. Porque los principios están ahí, no son inexistentes, pero hay que ser valientes para saber defenderlos. El Partido Popular no necesita renovarse, sino recuperar los valores de antaño. La marcha de Abascal debería servir como autocrítica al Gobierno, ya no solo de cara a las próximas elecciones –para no perderlas-, sino como un compromiso esencial con sus votantes y con el resto de la sociedad española. En España existe la firme tendencia de atacar al adversario, pero un terrible miedo a reconocer los errores de uno mismo. Y en eso consiste precisamente el aprendizaje… Sentido común, espíritu crítico y valentía de principios. Es más que necesario.

 
Andrea Mateos
@prepyus

05 noviembre 2013

¿Conmigo o contra mí?


Esta mañana hacíamos corrillo unos compañeros y yo mientras charlábamos sobre la decisión inicial tomada por el Ministerio de Educación en lo referente a las becas Erasmus. Mi postura estaba totalmente en contra. Y mis compañeros se extrañaban. No es la primera vez que al desmarcarme de algo que hace o dice la derecha, la gente se muestra sorprendida. Por eso, según volvía a casa en el autobús, me ha dado por escribir la siguiente reflexión: a menudo parece que tienes que comulgar a pies juntillas con el partido que teóricamente mejor te representa, siguiendo la misma línea continua que ellos te marcan y sin titubear.

Según parece, las ideologías se han apropiado de los discursos. Entonces, si yo estoy de acuerdo con algo que dice el partido socialista, ¿soy socialista? Y si mañana tengo que darle una palmadita en la espalda a la derecha, ¿soy de derechas? Parece que si tiendes más hacia un lado, tienes que rechazar de forma automática todo lo del otro, porque sino te habrás cambiado de ‘bando’, y eso es algo que, sorprendentemente, no termina de encajar en la mente del ciudadano español. Sin embargo, yo quiero pensar que no existen partidos que lo hagan todo mal, así como tampoco existen aquellos que lo hagan todo bien. Siempre hay errores de los que aprender y decisiones que son dignas de tomar como ejemplo, con independencia de la ideología. Pero parece que es mejor caminar con dos ladrillos a ambos lados de los ojos a pararse a observar y reconocer las buenas proezas del contrario.
"Las ideologías se han apropiado de los discursos"
Hay quien dice que vamos a retroceder hacia un pluralismo político, hacia ese principio de la transición donde aún no se sabía quién se iba a llevar la porción grande del pastel. La democracia ha tenido una clara tendencia por educarnos bajo el principio del voto útil, pero ese es un esquema que amenaza con romperse. Tenemos una pereza mental, ansiamos la libertad pero nos conducimos nosotros mismos por el mismo camino que la masa porque es más difícil hallar de forma individual senderos nuevos. Y cuanto menos pensemos, más fácil será recoger nuestro poder, que es su voto. Esa es la base del populismo. El individuo se auto limita: si apoyo esto, no puedo apoyar lo otro. Y la gama de matices es tan amplia… la verdad absoluta, precisamente, es el conjunto de esos matices. No es un conmigo o contra mí, no nos encasillemos.

"Es más fácil seguir a la masa
 
que hallar de forma individual senderos nuevos"
 

Existe también la llamada ley de la memoria histórica, y en esto tiene mucho que ver. A menudo se habla de las dos Españas, un término que, tengo que reconocer, aborrezco. Nos hacen creer en rojo y azul exclusivamente. Pero el rojo puede volverse escarlata o carmesí, y el azul en ocasiones violeta. Y todo ello sin pasar, además, por la restante gama de colores. Si por algo está caracterizada la democracia es por la diversidad. ¡Informémonos, conozcamos y demostremos que realmente la hemos conquistado! Que no se quede únicamente en un viejo libro llamado “Constitución” cogiendo polvo en la estantería. ¡Aprovechemos los derechos que nos pertenecen! Creo que tenemos un futuro mucho más arrebatador que caminar por el mismo bucle con las mismas cuestiones de un pasado que tan a menudo nos entorpece. No somos herederos de dos bandos enfrentados, somos hombres libres, racionales e independientes con capacidad propia para pensar y decidir.
"No somos herederos
de dos bandos enfrentados"
Los partidos a veces dejan de ser ideas para convertirse en votos envueltos en discursos que venden. Y está claro que, como personas individuales que somos, nunca va a haber ningún partido con el que nos sintamos representados en su totalidad. Está muy bien tener una ideología, todo el mundo debería tener una, pues es fruto de un proceso cognitivo en el que la persona se define a sí misma. Pero tener una ideología no implica postularte en un bando de forma fijada, solo que tiendes más hacia un determinado pensamiento. Pensemos, pues, con criterio propio, dejemos a un lado los complejos y no tengamos miedo a defender nuestras ideas o a desmarcarnos de lo que se presupone que debemos ser.

 

 
Andrea Mateos
@prepyus