28 enero 2013

Corrupción en política

Tras salir a la luz hace unos días el escándalo del ‘caso Bárcenas’, según el cual el ex tesorero Luis Bárcenas tendría cuentas de hasta veintidós millones de euros en Suiza y sobresueldos en negro financiados por parte del propio partido, el PP ha anunciado revisar su contabilidad y el mismo Mariano Rajoy ha asegurado que no le temblará la mano si descubre alguna irregularidad. Asimismo, la Secretaria General y presidenta de Castilla La Mancha, Mª Dolores de Cospedal, afirma que su formación tiene las cuentas en España y que “quien no las tenga, tendrá que responder.”



Pero el ‘caso Bárcenas’ es solo otra supuesta trama de corrupción más en el entablado político. Nombres como Griñán, Jaume Matas, José Blanco, Camps, Urdangarín o Julián Muñoz configuran una lista de escándalos públicos que denotan el famoso arte de ‘la mano larga’. Y lo peor de todo es que, seguramente, existan muchos más casos: ‘los invisibles’, que dan mucho más miedo precisamente por encontrarse al trasluz de los medios de comunicación social.

Se define corrupción como toda aquella acción o inacción de una o más personas reales que manipulan los medios públicos en beneficio propio y/o ajeno, tergiversando los fines del mismo en perjuicio del conjunto de la ciudadanía a la que debían servir y beneficiar. El tráfico de influencias, los sobornos, la malversación de fondos, la prevaricación, el fraude o el nepotismo son una serie de prácticas que pervierten el sistema democrático y debilitan la confianza de la sociedad en sus representantes públicos, desprestigiándoles. Y este es un tema que, por desgracia, salpica a todos, independientemente de la ideología: llegan al poder y se ven como un lobo en un establo de gallinas, deslumbrados por la codicia. Pero hasta cuando se está en la cúspide se debe ser consciente del cargo que uno ocupa, sin olvidar los principios que se rigen en favor del servicio al ciudadano, aunque muchos lo confundan con la oportunidad de hacer negocio. Por eso mismo, la corrupción no solo debe castigarse, sino que se deben tomar también las medidas necesarias para que extinga en su totalidad. Y eso es responsabilidad de los dirigentes.

Sin embargo, es un error muy grave generalizar la práctica al total de los políticos, ¡sólo faltaba! Como si la sociedad no tuviera ya suficiente con la lista de políticos corruptos que transporta. Es cierto que siempre se oye más a los que actúan en beneficio propio que a los que realizan su buen hacer a merced del ciudadano. Pero no se habla de uno o dos casos, sino de varios. Y aún así, aunque solo fuera uno, sería ya motivo suficiente para replantearse la organización del sistema. Es inconcebible una administración pública corrompida en los tiempos que corren.

El problema quizá se solventaría con la renovación de los cargos públicos. El poder es muy goloso ante quien lleva más de ocho años sentado en un mismo puesto. Y resulta muy curioso que sean siempre las mismas caras las que se ven nadando en aguas turbulentas. Catarsis para las viejas glorias y un sistema de meritocracia para los nuevos que lleguen. Quizá habrá que esperar a las generaciones venideras de políticos para que aporten una ráfaga de aire fresco de honestidad y compromiso real con España. Aunque para Ana Botella, según sus últimas declaraciones, las juventudes debieran dedicarse a otros menesteres que no sean la política.

La democracia… ese estado tan inalcanzable que parece encontrarse en el limbo. El gobierno del pueblo, por y para el pueblo, a veces parece destinado al elitista grupo sectario de cuatro entes divinos que se aprovechan de su situación privilegiada.

(Artículo publicado en: http://lanoticiaimparcial.com/corrupcion-en-politica/)



Andrea Mateos
@prepyus

3 comentarios:

  1. Ni divertido, ni interesante, ni guay. Ese artículo es simplemente basura.

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  2. Concuerdo con el de arriba.

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  3. Basureta de mamá. No pareces tan rubia.

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